Es maravilloso.
Una señora muy bien puesta, diputada ella, recomienda por televisión que aquellas mujeres con medios para realizarse un aborto, no se lo hagan.
Obviamente, está en contra de todo tipo de abortos, aún los contemplados por la ley.
Pienso: Por qué no se dedica a sugerirse y gobernarse su propia vida en lugar de meterse en campos privados de otras personas?
O lo privado sólo cuenta cuando se trata de propiedades?
El propio cuerpo no es la propiedad privada elemental?
Soy curioso, y quisiera saber, me gustaría saber, cuántas voces de esas que defienden “seres por nacer” no apoyaron, en su momento, al proceso genocida? Cuántas comulgan con esa iglesia que bendecía armas y torturadores? Cuántas con los idearios que, desde la derecha, produce pobreza, genera ignorancia para poder seguir dominando?
Cuál es la coherencia ética que esgrimen quienes defienden la propiedad privada a ultranza, el individualismo contra toda cooperación y por otro lado pretenden meterse a juzgar sobre las decisiones privadas de cada uno, cuando ese “uno” es “otro”, ese otro sin poder, ni medios, ni educación.
Una píldora más:
Estos personajes que despliegan potestades sobre el resto del mundo, se basan en un pragmatismo elemental, pero olvidan que ese mismo pragmatismo deberían utilizarlo para avanzar un poco más en sus razonamientos (en el supuesto caso que lo deseen, cosa que dudo). La realidad nos dice, nos grita, que los abortos existen. Les guste o no. Digan lo que digan, recomienden lo que recomienden, se hacen. El problema es que, al ser clandestinos, el índice de mortalidad de la mujer embarazada es elevado.
Esa parte de la realidad no les importa.
Final abortivo: No dudo qué haría esa señora tan bien puesta si tuviera una hija de 12 años violada y embarazada.
Ella tiene los medios económicos para resolver el problema.
Y no se metan en su vida.
Es privada.
jueves, 11 de septiembre de 2008
miércoles, 3 de septiembre de 2008
Una más
Sobre qué ética se basa la transgresión de una ley?
Hay que tolerar que autoridades (Autoridades? Para eso no hay que saber de qué se tratan los temas de los que se habla?) opinen y decidan sobre temas perfectamente aclarados y establecidos por ley, contradiciéndola?
Para Aldo Saracco, ministro de salud (sí, así en minúscula) de Mendoza, la prioridad es “preservar la vida de las personas por nacer y ya nacidas”.
Pareciera no importar si hay en el medio una menor violada y que, por ignorancia de la familia, así como de la mayoría de los ciudadanos, se ha recurrido a la justicia (cuando la ley, en esas condiciones, determina que no es necesario), a esa justicia que tampoco sabe que no es necesario pedir intervención de comité de bioética (sí, en minúscula) alguno.
Esto quiere decir, en definitiva, que la ley es un papel ajado y olvidado y que los derechos de los ciudadanos dependen de las éticas particulares de algunas personas.
Si el ministro es católico apostólico romano o si es mahometano, si el comité de bioética es conservador o progresista (difícilmente sea esto último, ya que cuando hablamos de bioética, hablamos de un terreno minado de religión y de filosofías conservadoras).
Una vez más los derechos de los ciudadanos se ven avasallados por los caprichos de personajes que demuestran no tener la capacidad ni las altura necesarias para ocupar los lugares en los que el azar los ha depositado.
Hay que tolerar que autoridades (Autoridades? Para eso no hay que saber de qué se tratan los temas de los que se habla?) opinen y decidan sobre temas perfectamente aclarados y establecidos por ley, contradiciéndola?
Para Aldo Saracco, ministro de salud (sí, así en minúscula) de Mendoza, la prioridad es “preservar la vida de las personas por nacer y ya nacidas”.
Pareciera no importar si hay en el medio una menor violada y que, por ignorancia de la familia, así como de la mayoría de los ciudadanos, se ha recurrido a la justicia (cuando la ley, en esas condiciones, determina que no es necesario), a esa justicia que tampoco sabe que no es necesario pedir intervención de comité de bioética (sí, en minúscula) alguno.
Esto quiere decir, en definitiva, que la ley es un papel ajado y olvidado y que los derechos de los ciudadanos dependen de las éticas particulares de algunas personas.
Si el ministro es católico apostólico romano o si es mahometano, si el comité de bioética es conservador o progresista (difícilmente sea esto último, ya que cuando hablamos de bioética, hablamos de un terreno minado de religión y de filosofías conservadoras).
Una vez más los derechos de los ciudadanos se ven avasallados por los caprichos de personajes que demuestran no tener la capacidad ni las altura necesarias para ocupar los lugares en los que el azar los ha depositado.
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