sábado, 24 de marzo de 2012

El silencio y la música

Esta mañana me desperté pensando en los que ya no están.
En aquellos a quienes fueron.
Aquellos que ya no volverían a ver a sus padres ni a sus hijos ni a sus parejas ni a sus amigos… ya no volverían a ver a nadie.
Ya nunca volverían a ser vistos ni oídos ni abrazados.
Aquellos que ya no podrían seguir sus estudios, sus labores… que ya no respirarían este aire ni verían este cielo.
Aquellos que nunca sabrán cuánto les debemos.
Aquellos que estarán hoy, de alguna manera en las plazas, en las canciones, en las lágrimas y en los silencios.

También se mezclaron en mis pensamientos aquellos que pudieron continuar sus vidas, viendo envejecer a sus padres y crecer a sus hijos, amar y ser amados por sus parejas y sus amigos, trabajando, estudiando, creciendo, luego de haber cruzado el infierno de secuestros y torturas, con las marcas de esos tiempos en el cuerpo y en el alma, por siempre.

Otros, más afortunados, siguieron con sus vidas sin torturas ni secuestros a la vista.
Sólo a la vista.
Porque a todos nos secuestraron pedazos de vida. Secuestraron las canciones y los cantores, los poetas y los músicos, los actores y los autores, los escritores, los profesores, las películas, los libros… Secuestraron y desaparecieron los posibles caminos a seguir, abortando, podando todo lo que saliera de los estrechos límites impuestos.
A todos nos cortaron las alas, nos desaparecieron los sueños...

Escucho en la radio a Mercedes Sosa, cantando “La cigarra”…
También podría escuchar a Silvio Rodríguez, Caetano Veloso, Pablo Milanés, Roque Narvaja y tantos otros. Hasta podría escuchar “Cambalache”.
Entonces recuerdo los días en que todo era silencio… el “silencio es salud”, decían.

Tal vez por eso, por tanto silencio, necesito tener toda la música a mí alrededor, y cantar. Cantar con los que ya no están, cantar con los que están, cargando sus heridas eternas, cantar con los que aún hoy siguen luchando detrás de un sueño, siguen intentando abrir las alas.
Cantar… como la cigarra.