martes, 22 de enero de 2008

Para quién gobiernan los que gobiernan?

Estaba cruzando la calle del tiempo que va desde un gobierno que se va yéndose hasta el que se viene viniéndose.

Las ratas abandonan el barco primero.
Los piratas son los primeros en tomarlo.
El abordaje deja afuera al público (a veces lo llaman pueblo, pero creo que esto viene de “peebles” que es tan antiguo que ni pueblo es) que desde un cordón (que ni butaca es) espera ver qué queda de lo bueno (que seguramente algo bueno se habrá hecho) tanto como para justificar que la democracia tenga algún sentido.
Curiosamente, los rostros de la democracia, los personajes que empapelan paredes y se ríen (vaya a saber de qué) son los primeros en derrumbar lo que pueda haber quedado de bueno, aunque más no sea para (en el mejor de los casos) volver a hacerlo con su propia firma.
Porque lo que vale no es que el peebles esté mejor, no, lo que vale es que el figurín sonriente sea el hacedor de los milagros, el dador de los beneficios, el autor del bienestar.
Así de vacíos son estos figurines.
Así de confundidos están.
Así han malinterpretado el significado de la democracia, de la evolución y el progreso en democracia.

Y los que se van yéndose intentan sacar las migajas de las últimas sobras y, como mayor aspiración, conseguirse algún tentempié mediante amigos de entre los que se vienen viniéndose.
Unas manos lavan las otras que serán las que lavarán a las unas llegado el momento.
Los ciclos son cíclicos.

Parece, pero no estamos protagonizando “1984”.
Nos cambian los índices y hasta los pulgares. Los que ganaron, ganaron siempre y siempre estamos luchando contra un enemigo invisible, omnipresente, esos que siempre perdieron y perderán. Y el país es una geografía con un único triunfador pero distinto en cada porción del territorio, y hasta con distintos planes de futuro.
No estamos protagonizando “1984”. Estamos viviendo varios “1984” simultáneos, dispares.

Pareciera que hay un único objetivo de fondo por sobre la multiplicidad de objetivos aparentes, y esto hace a la respuesta que pregunta el título: los que gobiernan… no será que gobiernan para ellos? Para su propia fortuna y fama, para sus propios honores y aplausos, para eternizarse en ese poder que los subyuga, los gana hasta la médula, los hace “ser”, les da sentido?
No quiero caer en generalizaciones, reconozco que probablemente una buena cantidad de funcionarios se van con las manos vacías y la frente en alto, pero presiento que en otra buena parte de la fauna dirigente la cosa funciona más o menos así.

Cuántas veces escuchamos a algún triunfador reconocer lo bueno hecho por los que se van yéndose?
Cuántas veces escuchamos a los que se van yéndose hacer un “mea culpa” por lo que prometieron y no pudieron hacer, haciéndose cargo de los fracasos?

Cuántas veces vemos, en esos niveles, hechos tan sencillos de sinergia como los que se pueden ver en un potrero: ché, vos que corrés más, porqué no te vas por la punta y vos que tenés más claridad de juego, porqué no te ponés a distribuir en el medio? Sin importar si uno es gordo, flaco, rico, pobre, del norte o del sur.

Póngase una mano en el corazón: no le gustaría ver un equipo de dirigentes llevando adelante un país con lo mejor que tienen de entre sus filas, más allá de partidos, transversalidades, verticalidades, intereses personales, sonrisas de afiche, pero con el objetivo claro de buscar el bien de todos, sin negociados, sin cuentas oscuras, sin mentiras ni agachadas?